La resurrección de Égara
Los restos de la Égara romana y visigoda ya forman parte del paisaje urbano de Terrassa. Aunque conocidas y preservadas en parte por los ciudadanos de la co-capital de Vallès, salieron de su letargo el año 2009 tras complejas campañas arqueológicas y un trabajo de restauración que duró más de una década, y que -por cierto- costaron al erario público más de 11 millones de euros.

Una seo visigoda
En el año 450, la ciudad de Roma, caput mundi y origen de un imperio ya terminal, había ya sido saqueada por el bárbaro Alarico, y dos pueblos de raíz germánica, los francos y los visigodos, se repartían su legado por las tierras de Occidente. Por Oriente, Atila y los hunos habían invadido Europa, y sólo la alianza táctica con los godos, impidió el desastre en la batalla de los Campos Cataláunicos.
Los visigodos estaban asentados en el sur de la Galia y ya casi dominaban toda la península Ibérica, a excepción de la fachada noratlántica donde otro pueblo germánico, el suevo, se resistía a su poder. El centro de dominio visigodo era la ciudad de Toulouse, pero su principal baza en las nuevas tierras conquistadas era entonces una Barcelona, aún llamada Barcino, y en la que se vivían tiempos algo convulsos. El propio rey visigodo, Ataulfo, fue asesinado allí a traición, mientras Walia, su hermano y sucesor, planificaba la expansión de los suyos por el norte de África.
Aunque la antigua Hispania romana estaba militarmente dominada por los visigodos, la población se sentía y era aún hispanorromana, fiel a Roma y a la religión católica. Por causas que no sabemos aún con detalle, el obispo de Barcino, Nundinario, decidió dividir su diócesis en dos, y nombró a Irineo como primer obispo de una nueva prelatura que ubicó su sede en Égara, a una treintena de kilómetros al interior del litoral mediterráneo. El Papa Hilario confirmó la división del obispado en el año 465, pocos años antes que Eurico, el nuevo rey de los godos, derrocara al último de los emperadores de Roma, Rómulo Augusto (476). Ellos no eran conscientes de ello, pero para los historiadores acababa de nacer una nueva época que se iba a denominarse académicamente como Edad Media.
En esta nueva Égara ascendida a la primera división de los centros de decisión de Hispania, pues no hay que olvidar el papel de gobernador que ejercían los obispos en aquella sociedad tardorromana, se levantó una Catedral sobre la base de un templo del siglo anterior. Junto a la Seo se edificaron también a partir del siglo VI otras dos iglesias, las de Sant Pere y Sant Miquel, y durante mucho tiempo este conjunto fue denominado por los especialistas como “visigótico-románico” en un intento romántico de definir una época que se resistía aún a olvidar a Roma, pero que empezaba a ser plenamente medieval.
El segundo obispo de Égara fue Nebridio, citado por San Isiodoro de Sevilla, y junto a sus tres hermanos, también obispos (en Huesca, Valencia y la Seu d’Urgell), fue santificado. A él le sucedió una decena más de pastores hasta llegar el momento (probablemente) de máximo esplendor de esta Égara visigoda de inicios del siglo VII. Debió ser hacia el 615 cuando se celebró en esta Terrassa altomedieval un Concilio con la presencia de 14 prelados.
Sin embargo, en el año 711 tuvo lugar la derrota del rey visigodo Rodrigo en Guadalete ante unos nuevos invasores que preocdían del norte de África y se produjo el hundimiento del reino visigodo, y con él el del mundo que se había desarrollado en Égara. El último obispo conocido de la seo egarense fue Juan, y aparece citado en la relación de participantes del Concilio de Toledo del año 693. Con la llegada del Islam, Égara y su prelatura desaparecieron de las fuentes históricas que conocemos.

El olvido de Égara
La presencia andalusí en este rincón de Cataluña no fue excesiva, en comparación con otros lugares de la península Ibérica. En el año 844, es decir sólo 133 años después de cruzar las huestes de Tarik y Muza el estrecho de Gibraltar Égara vuelve a encontrase citada en un documento oficial, en concreto en un texto franco. Carlos el Calvo, el rey de los francos,.había conquistado estas tierras al sur de los Pirineos y creado una marca defensiva ante el Islam. No obstante, en esa fuente del año 844 no hay rastro de la seo episcopal de Égara. Las excavaciones arqueológicas no han detectado ningún rastro de destrucción en estos años de dominio de los francos, pero probablemente éstos decidieron apostar por una única sede episcopal en Barcelona para el valle final del Llobregat y la actual costa central catalana.
Se sabe también que en torno al año mil, periodo en el cual empezó a darse forma la nueva Cataluña medieval, las iglesias de Égara permanecieron en pie y experimentaron algunas intervenciones arquitectónicas que las acercaron al nuevo estilo arquitectónico dominante en la época, el Románico. Cuatro siglos después se enriquecieron aún más con otro legado artístico de primera magnitud: una serie de pinturas murales y retablos situados entre las obras maestras del Gótico catalán. Pero el Renacimiento y el Barroco se olvidaron de las iglesias de Égara, y éstas entraron aún más en decadencia cuando el centro parroquial fue traslado al Sant Esperit, en otro punto de la ciudad de la actual Terrassa. Un declive al que se puso fin cuando en las postrimerías del siglo XX se inicio un plan de desarrollo y recuperación de estas iglesias.

Un testimonio excepcional del periodo visigodo
El conjunto denominado en la actualidad como “la Seu d’Égara” cuenta con diversos edificios y pinturas que convierten este espacio en uno de los lugares más singulares de la primera Edad Media europea. Allí conviven los restos arqueológicos de la antigua Catedral (del siglo V), cuyo restos corresponden, en parte, con la actual iglesia de Santa Maria, y con el espacio de las iglesias románicas de Santa Miquel y Sant Pere. En la antigua basílica se conserva aún en su interior un tesoro extraordinario interés: un retablo prerrománico de piedra (siglo X), único en el mundo por sus características.
Por su parte, la iglesia de Sant Miquel está compuesta por una cripta subterránea, una cúpula sostenida por ocho columnas de singular belleza, unas pinturas murales del siglo VI (únicas en el continente por su categoría y estado de conservación), y probablemente cumplió alguna función funeraria. La iglesia de Sant Pere era la parroquia del pueblo, y así se ha mantenido a lo largo de los siglos. Conserva diversos retablos góticos del siglo XV, realizados por Jaume Huguet, Jaume Cirera y Guillem Talarn, considerados como algunas de las obras maestras del Gótico catalán.
Con la antigua Seo egarense recuperada, la localidad de Terrassa se convierte en uno de los principales referentes del arte visigodo y altomedieval de la Península (si no el más significativo dado la magnitud del complejo), y suma este atractivo a una completa oferta de turismo cultural basada en la arquitectura modernista, el patrimonio industrial de las antiguas fábricas textiles del siglo XIX y un fabuloso (y muy desconocido por el gran público) Museo Nacional de la Ciencia y la Técnica, capaz de explicar tanto la historia de la Revolución Industrial como tres siglos de avances científicos. Para más información: www.visitaterrassa.cat
