Pisa, la desconocida...
Por sorprendente que parezca Pisa es la gran desconocida de Italia. ¿Cuántos viajeros realmente conocen esta ciudad más allá de su famosa torre? Probalmente no haya ningún otro lugar del Planeta tan mencionado como éste a la vez que ignorado. Y es que todo viaje de iniciación al bel paese tiene, sin duda, parada obligada en la Piazza dei miracoli de esta localidad para contemplar la torre más torcida del mundo, aunque… a la hora de la verdad son pocos son los que se quedan en Pisa, y visitan la ciudad ¿Acaso no es ésta suficiente atractiva como lo son Florencia, Venecia o Roma? ¿Qué sucede en Pisa para que el visitante no la desee como París, Londres o Barcelona, más allá de sus icónicas torres?

Un elemento fundamental para comprender esta ciudad del norte de la Toscana es la mar, causa directa de su esplendor y también de su posterior ocaso. Efectivamente, hoy en Pisa no hay mar. No se ve el Mediterráneo. Ninguna nave vara en ella en su cabotaje por las costas de la península itálica, ningún crucero hace escalla allí, por que no existe el puerto de Pisa. Pero en el pasado sí lo hubo, y durante siglos fue el más importante de los que había entre Marsella y Ostia-Rom. Llegó a ser tan importante que desde aquí partieron muchos de los más importantes ejércitos de la historia que fueron a la conquista del norte de Italia, el sur de la Galia, las islas de Córcega y Cerdeña y también las Baleares. También fue en Pisa donde desembarcaron las riquezas más preciadas de Oriente, antes que en Génova o Venecia.
Sin embargo, una buena mañana el río Arno se enfadó. El que es elemento de identidad más íntimo de los pisanos–de hecho parte la urbe social y geográficamente en dos-, se encontraba aquí con el mismísimo Mediterráneo. Una crecida se llevó media Toscana por delante y alejó la ciudad del mar. Pisa quedó así separada de su puerto por kilómetros de arenales y marismas que acabaron por arruinar la ciudad más próspera hasta ese momento del norte de Italia, la Babilonia del Románico italiano. Además, la malaria se expandió por esos humedales surgidos tras la nueva desembocadura del Arno, y eso acabó por llevar la tragedia y el hambre a la ciudad, lo que obligó a los pisanos a quedar subyugados para siempre ante sus eternos enemigos, la vecina Florencia, situada río arriba. Todavía, a veces, paseando por Pisa se tiene la impresión que ésta no ha sido nunca capaz de superar psicológicamente aquel terrible golpe recibió del Arno, de su Arno.

Un gran museo de Italia
Aunque la historia no ha acabó por ser benévola con esta gran ciudad toscana, no se puede negar que en compensación la dotó de algunas de las mejores colecciones de arte que pueden encontrarse hoy en Europa. Por ejemplo, la “Piazza dei Cavalieri” concebida por Giorgio Vasari -por indicación de la familia Médici- está rodeada de bellos palazzi que nadie debería perderse. Palacios como el de los Caballeros, sede de la orden militar de san Stefano, edificios como el dell’Orologgio o el del Consiglio dei Dodeci que fue la antigua sede del gobierno comunal.
Otro emblemas de Pisa son el Palazzo Reale, donde el pisano Galileo Galilei mostró las posibilidades de su canochiale o primer telescopio. Espacios tan ligados al mar como el Arsenal Mediceo (remodelación de las atarazanas de época romana) y el Palazzo Toscanelli. Aunque la mayor colección de arte escultórico y plástico, propiamente dicho, puede contemplarse en el Museo Nazionales de San Matteo. Allí detacan, por ejemplo, el Políptico de Santa Caterina de Simone Martini, la Madonna y el bambino del pintor Gentile da Fabriano, el Busto del relicario de San Lussori realizado por Donatello.
Aquí puede además disfrutarse del mejor Románico en Italia. Si en España éste se concibe como un arte esencialmente rural, en Pisa adquirió su verdadera naturaleza urbana y su máxima potencia. Aún se alzan las impresionantes iglesias dedicadas a San Frediano, San Sisto, San Michele in Borgo, Santa caterina d’Alessandria, San Pietro in Vinculis, San Zeno, San Matteo in Soarta, Santa Maria della Spina, San Paolo a Ripa d’Arno… y por supuesto el conjunto del Campi dei Miracoli en torno a una increíble catedral que fue referente de la historia de la arquitectura durante siglos.

Junto a ese Duomo se sitúa un baptisterio dedicado a San Juan Bautista. Es el más grande de toda Italia y es en realidad una capilla en forma de circunferencia, de cien metros de diametro, que cuenta con una altura algo superior al propio campanile de la catedral, la famosa torre torcida. Su acústica y su inmensidad interior es impresionante y la pila bautismal es otra maravilla del arte medieval. La gran plaza monumental queda cerrada por un cememterio y algunos palacetes que acogen diversos museos. Toda una piazza que es un punto y arte en la historia del arte mundial.
No todo es historia
Pisa es ciudad de arte, pero también es un lugar excelente para degustar la buena gastronomia de la Toscana. Dos buenos restaurantes para disfrutarla son La Sosta dei Cavalieri (www.sostadeicavalieri.it), y La Clessidra (www.ristoranteclessidra.net), aunque antes es aconsejable tomar un buen aperitivo en el Café Keith, situado frente a un mural del artista norteamericano Keith Haring.
Pisa, con unos cien mil habitantes acoge la sede de Piaggio, la empresa elaboradora de las famosas Vespas, y una de las grandes concentraciones universitarias de Italia (unos treinta mil de sus habitantes están vinculados directamente a la universidad entre alumnos, profesores y profesionales). Cuenta además con el aeropuerto con más tráfico de la Toscana, el Galileo Galilei (www.pisa-airport.com), lo que permite acoger numerosas ofertas de low-cost. A las afueras de la actual ciudad se halla, sí, el mar con sus arenales, y una interesante oferta ambiental en los humedales del delta del Arno. Primavera, verano y otoño son espléndidas estaciones apara descubrirlos a pie o en bicicleta, y comprobar que quizá Pisa, mal le pese históricamente, tal vez salió un día ganando tras esa maldita crecida que la llevó un día a la ruina. www.comune.pisa.it
