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El tigre de Ogliastra

“La población de Arzana y sus municipios vecinos, tratan de hacer creer que soy un villano y solo soy una persona sensata que no quiere hacer daño a quien no lo merece. Por eso, hago saber a todos los que ayuden a mis enemigos Giovanni Bardi y Giacomo Manai, junto a su corrompido hijo Luigi, que les pagaré con la misma moneda que a ellos. Firmo y soy Samuele Stocchino”.

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Así, con esta contundencia se expresaba un famoso bandolero sardo de inicios del siglo XX, en una nota dejada en un banco de granito del porche de la casa de los Bardi, la noche en que murió apuñalada Nicolina Bardi, tercera hija de Giovanni Bardi y sobrina de Giacomo Manai. Estamos, en concreto, en la primavera de 1923, en el interior de la isla de Cerdeña, cuando Benito Mussolini ya estaba dirigiendo los destinos de Italia tras una exitosa marcha por las calles de Roma. El tal Samuele Stocchino (1895-1928) había sido un héroe de la guerra colonial en Libia (1913) y de la batalla de Piave (1918) contra el ejército austrohúngaro durante la Primera Guerra Mundial, y gracias al valor mostrado llegó a ascender por ello al grado de sargento. Pero, según explicó la propaganda oficial italiana nunca pudo superar el drama de la guerra y al regresar a su vida civil se convirtió en un forajido, un delincuente común acusado de diversos asesinatos, una fiera acosada escondida en el bosque. Un auténtico acorralado, al más puro estilo Rambo.

No era esa toda la verdad, claro. Los citados Manai y Bardi de la nota vestían camisa negra y, aprovechando su posición y su influencia en la capital de Cerdeña, se plantearon acabar con Samuele y la memoria de los Stocchino tras años de disputas y afrentas familiares. Ellos eran “los más ricos del pueblo” y los Stocchino, "unos muertos de hambre" que habían osado plantarles cara. La historia y sus innumerables lecturas.

La memoria de Stocchino nos la recuerda el más internacional de los escritores sardos actuales, Marcello Fois, en una extraordinaria novela -pura literatura- que acaba de salir traducida al castellano gracias a la editorial asturiana Hoja de Lata. La obra se titula Memorias del vacío e incomprensiblemente ha tardado siete años en ver la luz en nuestro país, a pesar de que la edición italiana salió publicada en la veterana Giulio Einaudi Editore en 2006. Marcello Fois (1960) cuenta en su haber con diversos premios literarios importantes en Italia, sus libros han sido traducidos a una veintena de idiomas y es también un reputado guionista de la televisión italiana.

El relato del bandolero Stocchino, aunque no muy conocido por estos lares, suena a visto. Lo hemos leído en tantos relatos desde el Romanticismo y contemplado en innumerables películas de Hollywood que su historia nos es familiar. No obstante, hay unos matices propios que le dan carácter y especificidad. Por ejemplo está ambientado en una terra incognita, la Barbagia, es decir la Cerdeña profund, y en la epopeya de Stocchino no pueden obviarse sus raíces sarda. El régimen fascista que lo perseguió en los años veinte veía a los hijos de esta isla mediterránea exactamanete “tal como las crónicas de Cicerón veían a los isleños: gentes quevisten con pieles, que hablan una lengua incomprensible”. ¿Qué sabemos en verdad aún hoy de Cerdeña? Bien poco.

Si bien, también es cierto que Stocchino podría ser originario también de Sicilia, Grecia, Extremadura, Irlanda o los Balcanes. Siempre de un lugar de la periferia, nunca de las entrañas de Europa, por que explica una historia en la que se mezclan tanto la odisea personal con la miseria y la injusticia social tan propias de las sociedades agrarias a las que aún hoy les cuesta sudor y lágrimas adaptarse a la modernidad. La Europa de las dos velocidades no es un invento del Euro.

La trama que nos cuenta, por tanto, tiene algo de universal. Entronca con el mito de Rob Roy y las grandes tragedias de la Grecia clásica. Stocchino no es un dirigente independentista al uso moderno, que se envuelve con la bandera para justificar sus fechorías. Tampoco es un líder revolucionario, de los del siglo XX, como sus coetáneo Emiliano Zapata o Sandino que gritaron “quiero pan y libertad” y lucharon por la revolución. Aunque qué duda cabe que la prensa oficialista actual correría a tildar a ese personaje como un fanático terrorista nacionalista. Si hasta los de Podemos son radicales.

El Stocchino de Fois tiene también algo de héroe romántico, como el pirata de Espronceda o el Ivanhoe de Scott, pero su historia está escrita en el siglo XXI donde hasta la posmodernidad suena ya a antiguo. En la actualidad nadie puede santificar un asesino que lleva a sus espaldas decenas de crímenes, por muy simpático que nos caiga. Aunque, la leyenda, le puede al final, al escritor, quien confiesa: “Como aparece escrito en las hagiografías: pecador, bebedor, valiente y bravucón de joven; místico, bello, bueno, valiente y virtuoso en la madurez. Había sido enterrado bajo tierra, muerto y sepultado, pero luego había resucitado”. Será por que los héroes, en el Mediterráneo, nunca acaban de morir del todo. Hay tantos ejemplos: Jesús de Nazareth, Roger de Trencavel, Eleonora Pimentel... Quizá son solo una parte de una fábula, de una estratagema de los vencidos. pero son la última esperanza de muchos de los pueblos de la segunda velocidad. Por fortuna, eso aún no lo han entendido del todo en la capital.

 
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