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La caída del Imperio Otomano. ¿Una vendetta de Zeus?

Cuenta la mitología clásica que un día Zeus quiso vengarse de Prometeo por haber robado éste el fuego del Olimpo y habérselo dado a los humanos. Y lo hizo de manera maléfica y pérfida, como era a veces su estilo: En el día de la boda de la cuñada de Prometeo, Zeus le regalo a ésta una tinaja sellada con instrucciones de no abrirse jamás. Pero Pandora, que así se llamaba la chica, era muy curiosa y evidentemente no pudo reprimir tal tentación. Una noche, de escondidas y sin que la viera nadie, decidió acercarse a la tinaja y la abrió. ¿Qué había en su interior? Nada más y nada menos que todos los males de este mundo, que al verse libres de lo opresión de la tapa de la tinaja aprovecharon la oportunidad para escapar y diseminarse por todo el planeta. Pandora quedó deshecha, Prometeo en evidencia y la humanidad condenada. Zeus había culminado así su vendetta contra el díscolo de Prometeo y esas criaturas quisquillosas que eran los humanos.

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Este relato tan arraigado en las costas del Egeo podría servir de metáfora de lo que sucedió en este mar a inicios del siglo XX. Rusia y las potencias occidentales cayeron en la tentación de dominar los Balcanes y Oriente Próximo, y repartirse los restos de un viejo imperio en crisis sin atender a la complejidad de éste. Por ello, la apertura no estudiada de la tinaja del sultán de Constantinopla, a la manera de Pandora, provocó que se esparcieron muchos de los males que atosigan aún hoy el mapa político del siglo XXI, cien años después.

La crisis que han vivido constantemente los Balcanes desde entonces; el eterno conflicto entre Israel y Palestina; la actual guerra civil de Siria y la que ha padecido durante décadas el Líbano; el integrismo árabe; los problemas de Iraq; la inseguridad en el Cáucaso; los problemas internos de Egipto y Turquía, e incluso la anarquía que se vive en Libia tras la caída de Gaddafi son males que tienen su raíz más profunda en esta “caja de Pandora” mal abierta. De nuevo, el desagravio del destino.

De manera más prosaica, quien analiza cómo se produjo esta ceremonia de la confusión es el historiador californiano, descendiente de escoceses y profesor de historia en Oxford, Eugene Rogan, y lo hace en La caída de los otomanos (Crítica, 2015). Una novedad editorial que bien vale la pena considerar si se busca entender muchos de los conflictos citados y no se quiere caer en la obviedad y en la estupidez, como hicieron los dirigentes mundiales de antaño.

¿Por qué se desprecia a la Historia como disciplina para entender lo que nos sucede en la actualidad? Ya me discutí una vez con una directora de la revista Elle en España, hace unos años, cuando me preguntó cuál era mi opinión sobre el conflicto de Israel y yo retrocedí al Imperio Otomano. Cuando no llevaba ni veinte segundos de exposición ella me respondió: “¡Qué aburrido!”. Así nos va.

Sin embargo, para aquellos que estén interesados en superar, por tanto, obivedades y estupideces, que sepan que este libro de Eugene Rogan es una excelente oportunidad para comprender de donde vienen los males que asolan los Balcanes, Oriente Próximo y Asia Central. Además, éste se lee como un excelente reportaje de dominical de periódico, en la más pura tradición de la historiografía británica. No les quepa ningina duda. La caída de los otomanos explica muy bien los diferentes sucesos que llevaron desde 1875 hasta 1923 a la desaparición del Imperio de la media luna, y contextualiza el porqué de algunos episodios claves de este hundimiento como fue la histeria en la que cayó el mundo turco y que provocó el genocidio armenio de 1915, o cómo fue posible el fracaso del desembarco británico en Galípoli (¿no recuerdan la película que llevó al estrellato a Mel Gibson?) y que casi costó la carrera política de Churchill, si Hitler no se hubiera metido de por medio años después.

¿Aprovecharán los dirigentes actuales las lecciones del pasado antes de abrir nuevas cajas de Pandora? Ellos no, probablemente. Pero al menos no dejemos que la sandez, el engreimiento y la imbecilidad se apoderen del resto de los mortales. Tengamos juicio y aprendamos de nuestra experiencia -aquella que aporta la Historia- y quizá, algún día, los malos espíritus regresen a la tinaja, de donde no debieron salir nunca. No caigamos en la vendetta de Zeus.

 
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